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Tania

Durante casi 20 años trabajó como farmacéutica «social» (el «social» se lo añade ella, porque nada tenía que ver con vender fármacos).
Trabajó en una gran ONG en los programas de tratamiento de drogodependencias, relacionándose con colectivos vulnerables.

Durante ese periodo estuvo realizando clases de yoga con un grupo de mujeres de manera voluntaria. Cursó la formación completa de profesora de yoga a la par que trabajaba, pero tanto la necesidad de profundizar en su práctica como el anhelo de conocimientos la trajeron aquí, pidio una excedencia y desde hace tres años se dedica por completo al yoga.

Siempre se ha sentido muy atraída por lo terapéutico en su globalidad, ha cursado otros cursos para complementar esta vertiente: yoga terapéutico desde la fisioterapia, yoga inclusivo, yoga para el trauma y yin yoga. A su vez, está trabajando con las enseñanzas budistas que complementan sus inquietudes humanas y espirituales.

El poso que aquellas clases voluntarias dejaron en ella la ha acompañado todo este tiempo; guarda un recuerdo muy especial. Esta emoción y Yoga Sin Fronteras han permitido que recupere esa motivación para actuar de intermediaria, de herramienta para la enseñanza y transmisión y que el yoga sea más accesible, además de reafirmar esa certeza de unidad que la humanidad presenta en sí misma. Volver a las raíces del yoga, volver a su esencia. Enfocarse en lo importante para ella. Se siente muy agradecida por formar parte de este equipo

Voluntaria de Yoga Sin Fronteras