El yoga como antídoto para el aislamiento y la ansiedad de los pacientes con trastornos mentales. *Artículo traducido del Diari Ara por Claudia Frontino – (10/10/2019)

El miércoles toca yoga. Sonia o Samuele, en semanas alternas, son los voluntarios de la ONG YogaSinFronteras encargados de impartir clases en la Clínica Coroleu de Barcelona. Esta ONG trabaja para acercar el yoga a colectivos vulnerables «porque no debería ser una práctica exclusiva sólo de quien lo puede permitir», asegura Meritxell Martorell, impulsora de la organización. El centro sociosanitario del barrio de San Andrés ofrece desde el mes de julio la posibilidad a los internos de salir al patio a practicar durante una hora. Se ha creado una rutina, cada semana igual. Todo el mundo se saluda y paulatinamente se sientan en las colchonetas. La clase dura una hora y, en este tiempo, hay quien sigue al pie de la letra las indicaciones, quien lo mira desde el banco y quien participa de forma intermitente.
«Las primeras clases generaban expectación y curiosidad pero al cabo de diez minutos ya se habían cansado y perdían el interés. Ahora, poco a poco, se concentran más e intento conectar a través del humor» , explica Sonia. No todos los pacientes del centro se les ofrece la posibilidad de hacer yoga, puntualiza la gerente de la clínica Coroleu, Rosa Pujol. «Hacemos una valoración según el cuadro médico de cada uno y, de forma voluntaria, lo ofrecemos todo a los pacientes que necesitan más conciencia corporal». Según Pujol, la oferta de yoga en el marco de actividades de la clínica responde al objetivo de disminuir el nivel de ansiedad y de medicación de los pacientes, así como mejorar sus habilidades comunicativas y de convivencia.
Según el Observatorio del Sistema de Salud de Cataluña, en el año 2017 fueron atendidas 168.688 personas en centros de salud mental de adultos. En el caso de la Coroleu, los pacientes se están entre dos y cuatro años. Durante este tiempo se trabaja sobre todo pensando en la vida que tendrán fuera. Georgina Segovia y Sergio Sada, terapeutas ocupacionales del centro, valoran muy positivamente que se practique yoga porque es una actividad que pueden seguir haciendo después. «Trabajamos para darles herramientas para que, cuando salgan del centro, tengan autonomía y suficientes herramientas para integrarse», comenta Segovia. En la misma línea, la Federación Salud Mental Cataluña asegura que hay suficientes indicios para asegurar que «la actividad física aumenta los niveles de bienestar y satisfacción a la vez que rompe el aislamiento social de las personas con trastorno, les ayuda a tener hábitos de vida saludables y relacionarse con otras personas «.
Pero el yoga no es sólo útil una vez fuera. Su práctica está concebida para que, cada uno a su ritmo, pueda incorporar lo aprendido en su día a día durante el tiempo que están en el centro. Además, de forma indirecta se trabaja el sentido de pertenencia a un grupo, la paciencia y el respeto hacia uno mismo y, con suerte, a la larga el yoga ayudaría a reducir las dosis de medicación. «Esto es muy ambicioso y hay que trabajar con pequeños objetivos, pero que incorporen la respiración aprendida en clase antes de ir a dormir en vez de pedir pastillas ya sería un gran éxito», comenta Segovia.