El trauma es una experiencia que puede dejar huellas profundas en la mente y el cuerpo, alterando la percepción del mundo y la relación de una persona consigo misma. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 70% de las personas en el mundo han experimentado al menos un evento traumático en su vida. Esta experiencia puede ser tan impactante que puede alterar el sistema nervioso, la percepción del mundo y la relación que una persona tiene con su propio cuerpo.
En este contexto, el yoga se ha convertido en una herramienta que puede ayudar a las personas afectadas por el trauma a recuperar el control de sus cuerpos, equilibrar su sistema nervioso y fomentar una sensación de seguridad. Sin embargo, para que el yoga sea eficaz en el trabajo con el trauma, es esencial crear un entorno seguro donde la persona pueda reconectar con su cuerpo de forma gradual y controlada, sin reactivar el trauma o desencadenar respuestas emocionales intensas. El objetivo es facilitar una experiencia que permita a la persona sentirse segura en su propio cuerpo, lo que contribuye a la sanación emocional y física.

¿Por qué el yoga es relevante en el tratamiento del trauma?
El yoga y el trauma están profundamente conectados, especialmente porque el trauma no solo afecta la mente, sino también el cuerpo. Las personas que han experimentado trauma a menudo tienen dificultades para conectar con su cuerpo debido a la disociación que ocurre como mecanismo de defensa. El yoga, con su enfoque holístico, se basa en la conexión mente-cuerpo, lo que lo convierte en una práctica poderosa para reestablecer esa conexión.
La investigación científica respalda cada vez más la eficacia del yoga en el tratamiento de trauma. Un estudio publicado en Psychological Trauma: Theory, Research, Practice, and Policy encontró que el yoga puede reducir significativamente los síntomas del Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) y mejorar la autorregulación emocional (Van der Kolk, 2014). El yoga, al trabajar con la conciencia corporal y la respiración, permite a las personas regresar a su cuerpo de manera suave y controlada, sin reactivar los recuerdos traumáticos de forma invasiva.
Los principios fundamentales de un espacio seguro en yoga
Cuando se trabaja con personas afectadas por el trauma, es crucial crear un ambiente donde se garantice la seguridad física y emocional. Esto no solo implica la adaptación de las posturas, sino también la manera en que se comunica, se facilita y se guía la práctica. A continuación, exponemos algunos principios clave para crear espacios seguros desde la esterilla:
1. Consentimiento y autonomía
El consentimiento es el pilar fundamental para garantizar un espacio seguro en cualquier práctica terapéutica, y el yoga no es una excepción. En el contexto del yoga y el trauma, el consentimiento no solo se refiere a la aceptación de la práctica, sino a la posibilidad de elegir en cada momento cómo y cuándo participar en ella.
Un espacio seguro implica que los participantes tengan control total sobre su cuerpo y las posturas que elijan realizar. Como profesora de yoga, es importante invitar a los estudiantes a explorar sus límites y darles la opción de modificarlos sin juicio. Esto también implica respetar los «no» y los «sí» de los estudiantes, lo que les permite sentirse seguros y libres para expresar sus necesidades (Trauma-Sensitive Yoga).
2. Enfoque en la respiración y la autorregulación
La respiración es una de las herramientas más poderosas en la práctica de yoga, especialmente cuando se trata de personas con experiencias traumáticas. La respiración profunda y consciente activa el sistema nervioso parasimpático, ayudando a reducir los niveles de ansiedad y estrés, factores comunes en personas con trauma.

Los estudios científicos muestran que la respiración lenta y controlada puede mejorar significativamente la regulación emocional, reduciendo los efectos de la activación del sistema nervioso simpático (responsable de la respuesta de lucha o huida). Según Bessel van der Kolk, experto en trauma y autor de The Body Keeps the Score, la respiración consciente es clave para ayudar a las personas a recuperar su capacidad para regular sus emociones y conectarse con el momento presente (Van der Kolk, 2014).
Es importante que las clases de yoga orientadas a personas afectadas por el trauma incluyan ejercicios de respiración que fomenten la calma. Durante la práctica, se debe animar a los participantes a tomar descansos y a enfocarse en la respiración, recordándoles que pueden dejar de realizar una postura en cualquier momento si sienten incomodidad.
3. Adaptación de las posturas
El yoga en occidente es conocido sobre todo por su enfoque en la parte física, pero cuando se trata de personas con trauma, el objetivo no es la perfección en las posturas, sino el bienestar y la seguridad. La adaptación de las posturas es esencial para asegurarse de que todos los participantes, independientemente de su nivel de habilidad o experiencia, se sientan cómodos.
El yoga sensible al trauma se aleja de la idea de «hacer bien» las posturas y se centra en permitir que cada persona explore las posturas de manera que respete sus límites y capacidades. Por ejemplo, en lugar de presionar a alguien para que logre una postura avanzada como la flexión hacia adelante, puede ser más adecuado ofrecer variantes con apoyos como bloques o sillas para facilitar la práctica. Además, ofrecer opciones de posturas que no requieran contacto físico, como posturas en silla o tumbadas, puede ser útil para aquellos que puedan sentirse incómodos con ciertas posturas.
4. Crear un ambiente de no juicio
El juicio en el yoga nunca es una buena opción, especialmente para quienes han experimentado trauma. Las personas que han pasado por situaciones traumáticas a menudo tienen un diálogo interno negativo que les dice que no son lo suficientemente buenas o que no merecen el bienestar. El yoga, como práctica de sanación, debe ser un espacio libre de juicio tanto de uno mismo como de los demás.
Los profesores deben promover un ambiente de aceptación y compasión, donde los estudiantes se sientan libres de ser ellos mismos sin temor a ser evaluados o criticados. Como señala Van der Kolk, las personas que han sufrido trauma a menudo se sienten fuera de lugar en su propio cuerpo, por lo que un espacio seguro debe ayudarles a reconectarse con su cuerpo sin presión externa ni interna (Van der Kolk, 2014).
5. Facilitación consciente
El lenguaje utilizado durante la clase debe ser cuidadosamente elegido para evitar reactivar recuerdos traumáticos o desencadenar respuestas emocionales fuertes. En lugar de usar comandos autoritarios, el lenguaje debe ser inclusivo y empático, invitando a los estudiantes a explorar las posturas y movimientos de manera suave.
Además, se debe evitar el contacto físico sin consentimiento explícito. Aunque algunas personas pueden beneficiarse de las asistencias físicas, es fundamental que el toque sea solicitado, y no se debe presionar a ningún estudiante para recibir asistencia si no lo desean.

El yoga, cuando se practica de manera sensible al trauma, puede ofrecer una vía poderosa para la sanación emocional y física. Crear un espacio seguro en el que las personas puedan reconectar con su cuerpo, liberar tensiones y restablecer el equilibrio emocional es esencial para quienes han vivido experiencias traumáticas.
Para lograrlo, los profesores de yoga deben estar capacitados en los principios del yoga sensible al trauma y/o yoga inclusivo, ofreciendo un enfoque que se centre en la seguridad, la autonomía y la aceptación. Este enfoque no solo beneficia a quienes han experimentado trauma, sino que también crea una práctica de yoga más inclusiva, accesible y empática para todos los participantes.
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Referencias:
Van der Kolk, B. (2014). The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma. Penguin Books.
American Psychological Association (2019). Trauma and the brain: What you need to know. Retrieved from https://www.apa.org/
Journal of Clinical Psychology (2020). Effects of Trauma-Sensitive Yoga in Individuals with PTSD: A Systematic Review. Retrieved from https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/